dimecres, 1 d’octubre del 2008

Entrevista amb Victòria Camps


Lo tiene claro. El problema actual con el que se encuentra la educación hoy en día es la falta de fe de todos los actores implicados, que no son pocos. Victòria Camps es profesora de Filosofía moderna y política en la Universitat Autònoma de Barcelona y acaba de publicar el libro Creure en l"educació (Edicions 62). El ensayo huye del marcado tono catastrofista que impregna cualquier debate actual sobre educación para recamar la recuperación de valores instrumentales como la disciplina o la cultura del esfuerzo, hoy en día desterrados, según su tesis, a consecuencia de un exceso de proteccionismo sobre los hijos y una falta de autoridad que afecta a la unidad familiar y a los centros educativos. Una asignatura pendiente que, como ella mismo repite una y otra vez, "es responsabilidad de todos".

-La actualidad manda. La visión de su ensayo huye del catastrofismo que suele impregnar cualquier debate actual sobre educación en nuestro país, y más si hacemos caso a determinados informes. Con sinceridad, ¿en qué momento la educación pierde el norte y malbarata la tradición pedagógica que siempre ha imperado en nuestro país?

-Una cosa que ha pasado es que la educación se ha universalizado y en nuestro país esto ha sucedido en un periodo de tiempo muy corto. También hay que tener en cuenta la llegada de inmigrantes que distorsiona todo el sistema porque es gente que viene con otra cultura, y en muchos casos también con otra lengua. Para mí son hechos bastante objetivos. Pienso que ante todos estos cambios no hemos sabido reflexionar suficientemente sobre cómo se tenía que hacer, no hemos sido críticos para ir corrigiendo lo que no funcionaba, hemos hecho muchas leyes, pero no se han acabado de aplicar o no se han aplicado bien, invertimos poco en educación económicamente y culturalmente. Todo ha contribuido a crear la situación que ahora tenemos.

-Según usted, hemos pasado en cuestión de décadas, de una educación autoritaria a un dejar hacer. ¿Hay un eslabón perdido?

-Sí, es el de los valores instrumentales. Potenciar que el esfuerzo es positivo, la disciplina, un cierto sacrificio que comporta toda educación, el sentido de la autoridad…Todos estos valores son elementales para llegar a formar una persona académicamente y culturalmente, que para mí es aún más importante. Como antes éramos de una forma que no nos gustaba, los hemos eliminado del todo. Eso ha sido un error, la persona a la que se enseña se tiene que esforzar y debe sufrir un poco. Enseñando que todo es bonito y divertido no se educa a nadie.

-Es un debate complicado porque es evidente que intervienen muchos actores como la familia, la escuela, la sociedad e incluso la política. ¿La familia es y seguirá siendo siempre la base de cualquier pilar educativo?

-Evidentemente. La responsabilidad primera de la educación de los hijos es la de los padres. La escuela también contribuye pero lo hace de otra forma. La escuela se encuentra con un colectivo de niños muy heterogéneo y la familia puede tener una relación con sus hijos más directa. Aún así, las dos instituciones tienen que hacerse responsables de su parte. Pero hábitos como la forma de comer, el tiempo de ver la televisión o la hora de ir a dormir es cosa de la familia. No podemos culpar sólo a la televisión porque hacen programas que no son adecuados, la responsabilidad última de que el niño los vea es de la familia.

-Quizá esa está siendo la salida fácil a la hora de afrontar el debate. La escuela culpa a los padres, los padres a los hábitos sociales y a los políticos, y estos a la soberanía del mercado…

-La salida fácil siempre es culpar a otro, y la educación sufre de esta tendencia de irse tirando pelotas los unos a los otros. La escuela dice que los padres no se cuidan de sus hijos, los padres desconfían de la escuela, ambos dicen que con la televisión de hoy no pueden hacer nada.

-¿Entonces?

-Tenemos que asumir que estamos en la sociedad que estamos. Tenemos que integrar a los niños a esta sociedad pero formándoles de manera que tengan un espíritu crítico, que luchen contra los vicios de esta sociedad. Hoy en día estamos experimentando unos cuantos con la crisis económica.

-Hablaba antes de la pérdida de autoridad de la educación. ¿Esa pérdida es también extensible a la figura del padre dentro de la familia?

-Sí, creo que la familia sufre lo mismo que sufren los profesores. Quizá el problema es que se ha querido equiparar demasiado a los alumnos con los hijos. Hemos tenido un cierto complejo de aquella autoridad que era dogmática y que a la vez no explicaba nada. Se ha querido eliminar la distancia entre el que enseña y el que es enseñado, y eso ha sido un error. Estoy convencida de que los niños quieren tener en sus padres a una persona que vean como superior, como alguien a quien se tiene que imitar. Querer mantener, en el caso de los adultos, una rebeldía de cierta juventud que ya no tocaba, ha contribuido a perder cierta autoridad. Es lo que llamo cierta inmadurez de los adultos.

-En su libro lo deja bien claro. En casa, sobreprotección del hijo, en la escuela, identificación del profesor como un colega más…

-Sí, es así. ¿Por qué se han perdido los buenos modales? Porqué parecía que todo era demasiado convencional, incluso hipócrita, pero son una manera de actuar que finalmente nos hará la convivencia más fácil y agradable. Se puede saludar de muchas formas, lo que no se puede eliminar es el saludo. El problema es que hemos rechazado la manera de hacerlo de antes y lo hemos eliminado todo.

-Me ha llamado especialmente la atención una de las reflexiones que hace en su libro en este sentido. Permítame que la cite, "educar significa reprimir la espontaneidad". ¿Me lo explica?

-Sí, supongo que es una afirmación que no gustará mucho (sonríe). Es algo que no se acepta porque hay palabras como reprimir que querríamos eliminar de nuestro vocabulario. Pero eso es lo que hacen las normas. Lo ideal es que la persona lo controle y acabe teniendo aquellas normas que considere que son correctas y se las acabe aplicando sin que nadie le vaya detrás para castigarle. Pero vemos que esto, ni en el mundo adulto, funciona. A los niños se les tiene que enseñar a tener sus normas, y eso implica una normativa previa que se impone. Imponer quiere decir reprimir, no hay otra salida. Sino no estamos educando, simplemente dejamos que el niño haga lo que le parezca.

-Hablemos del papel de la escuela. ¿Qué ha pasado para que algunos padres le hayan hecho perder parte de su credibilidad?

-No es sólo culpa de los padres, es cierto que los padres protegen excesivamente a sus hijos y eso no ayuda a reconocer la autoridad del profesor. Pero los profesores también tienen que ganarse la autoridad y se tiene que intentar tenerla porque es reconocida de una forma más espontánea. También te digo que nuestra sociedad no ha llegado nunca a reconocer la función del docente. Cuando nos comparamos en el Informe PISA con Finlandia, parece que estemos muy alejados. Pero es que en Finlandia, uno de los hechos diferenciales, es que la carrera de profesor goza de un gran prestigio, hay bofetadas para entrar a estudiar la carrera. Cómo se llega a conseguir esto no lo sé, pero se tendría que intentar. Quizá un buen punto de partida sería introduciendo más competencia entre las escuelas.

-Hay cuestiones de modelo social que tampoco ayudan. Actualmente no hay apenas conciliación entre vida laboral y personal y las familias se ven obligadas a hacer auténticas peripecias para que sus hijos alarguen al máximo sus actividades extraescolares…

-La incorporación de la mujer en el mundo laboral, que es algo muy positivo, ha dejado un vacío en la familia. Tenemos un tema pendiente que es la conciliación de la vida laboral y familiar, para hombres y para mujeres. Ahora empezamos a hablar, pero hay muchos países que ya tienen, desde hace tiempo, bastantes soluciones para este problema. Esto deriva en que haya muchas parejas que tengan los hijos mucho más tarde o que muchos niños se queden solos en casa demasiado tiempo. Esto sí que es una política que debemos cambiar cuanto antes.

-¿Qué deben exigir padres y educadores a la política en materia de educación?

-Que además de hacer leyes procuren que las leyes se apliquen bien. Uno de los problemas que sufre el país es que parece que una vez que está hecha la ley el problema ya está resuelto. Lo más difícil es que la ley se aplique bien y haya un control. Y luego que encaren los problemas reales con más reflexión y autocrítica.

-Déjeme para acabar que le haga una pregunta como madre, no como especialista académica del tema. ¿Qué es lo que más le ha costado a la hora de educar a sus hijos?

-Creo que lo que más me ha costado es tener que decir que no. Es una cosa muy difícil, especialmente cuando tienes facilidad para decir que sí. La suerte que he tenido es que me han salido unos hijos bastante dóciles y entonces la tarea de educar me ha sido bastante más fácil (sonríe).


Entrevista apareguda a la Vanguardia el 30 de setembre de 2008.